domingo, 28 de noviembre de 2010

Deseo compartido - Tercer Lugar Compartido










No se trataba de elegir, sólo obedecer. Mi madre ha mantenido el poder sobre mí, y destruyó lo que tanto nos costó construir.
Todavía no encuentro el porqué, sólo obedecí.
Era por allá en el 60, Juan y yo decidimos ir al club, distraernos con un poco de tango, ya que era uno de los ritmos que se admitían en nuestro país, para mi familia hablar de rock, significaba ser impúdico.
_ ¿Cómo se atreven a moverse así?- Repetía espantada mamá. Volvimos al club 21:30, lo cual era muy tarde. Abrí la puerta con sumo silencio y ella me estaba esperando.
-¡Estoy cansada de tus horarios! ¿Cómo eres tan obstinada? ¡Esto fue demasiado lejos! - Acentuó.
Dos palmadas y a la cama.
Dormí lo que me restó después de mojar la almohada con saladas lágrimas. Bajé a desayunar y mis dos hermanas estaban comiendo ya, cuando el ruido de la puerta nos alteró a los tres. De pronto, un hombre de bigotes y traje cruzó la puerta del comedor. Demasiado pulcro.
-Saluden a este hombre con sumo respeto, se transformará en padre de José, 32 años, alto, insulso, voz ronca y ojos tan pequeños como las flores del jardín.
-¿Qué es esto?-preguntó mi hermana Ana.
-El compañero de tu hermana Margot. Pronto se casarán en la iglesia, con un hermoso vestido largo y blanco. Exaltada me levanté de la silla y los miré fijamente. Subí a mi cuarto y al rato llego mamá con ideas entupidas, tratando de convencerme. Me abrazó asintiendo.
-Todo va a estar bien, José es muy buen hombre te aseguro que con él serás la mujer más feliz del mundo.
El correr del mes de junio pasó con varios acontecimientos.
Mi pelea con Juan, la búsqueda de mi largo y blanco vestido, la pelea de mi hermana con mamá, el fin del trabajo de mi otra hermana, la muerte de Cristina la vecina, y a comienzos de julio,  mi casamiento.
Día frío y triste en mi pueblo, el auto me esperaba afuera y yo miraba hacia el horizonte pensando en aquel cuarto, en aquella hoja donde firmaría, imaginando el fin de mis sueños y mi libertad.
Subí al auto que me condujo al destino.
Hoy en Londres con dos hijos, una casa inmensa, un jardín verde…

JOSEFINA VICARI