domingo, 28 de noviembre de 2010

Investiguemos y aprendamos













Una tarde de abril, con una amiga de la infancia, Bárbara, entramos a un sótano a investigar para un trabajo del colegio. Se trataba de los esqueletos, cuerpos. Buscamos hasta encontrar uno que nos impactase un poco más. Al llegar al final del sótano, pisé un zócalo que al apoyar el pie se abría una puerta, al ver eso le grité a Bárbara que viniera, pero ella estaba lejos y no logró escucharme. Esperé un rato, tenía cobardía de entrar, pero me dije a mí misma…. Si tenés la curiosidad de hacerlo, atraviesa esa puerta; lo hice y me encontré en un lugar conocido, me pareció mi habitación, pero… no lo era. Corrí hacia del baño, a ver si era mi casa, pero… no era mi baño, volví a “mi habitación” y me mire al espejo. Ya no era yo, en él se reflejaba un monstruo, con un ojo, cuatro orejas y con nariz sin forma, con un solo orificio. Quise volver a  atravesar la puerta, no la encontraba, busqué….pisando zócalos, mirando si las paredes tenían algo oculto, pero no encontré nada.
Se empezó a mover todo de la nada y un cuadro cayó, detrás se escondía la puerta, esperé que pasara el temblor y la atravesé. Estaba Bárbara esperándome, desesperada me preguntaba qué había pasado. Después de contarle, le pregunté si lo que había visto en el espejo fue mi ilusión o era realidad. Me dijo que me lo había imaginado, estaba igual que siempre.
Luego salimos del sótano, mientras yo estaba del otro lado de la puerta, Bárbara investigó lo que nos faltaba del trabajo.
Al llegar a la escuela lo presentamos y contamos lo sucedido.
La profesora, Delfina, comenzó a reír cuando le conté la parte que me miré al espejo, nos calificó y así fue como la experiencia quedó en la historia.
Delfina les contó a los demás cursos que también tuvieron que investigar.
Los chicos reían en la misma parte que ella, y así quedó la parte chistosa como la parte interesante en la historia.

 VALERIA PIRRA