domingo, 28 de noviembre de 2010

La fuerza del amor











Era el día más feliz de nuestras vidas, el que ansiosos esperábamos los dos desde hacia tiempo, el de nuestra boda.
Ella vestía encantadora, con ese vestido de su madre, ese que era viejo pero nuevo, antiguo pero moderno, con el que ella siempre había soñado.
Yo la esperaba en el altar, con mi traje elegante, con mi cara de miedo pero alegría a la vez.
Ya todos los invitados habían llegado, sólo faltaban minutos, para que entrara, para que nos uniéramos ante Dios y ante nuestros seres queridos, para que viviéramos felices para siempre, hasta que la muerte nos separara.
Pero mi espera por ella se hacía interminable.
Los minutos pasaban y ella no entraba, comencé a sentir fuerzas extrañas que me indicaban que algo malo ocurría. En ese momento sólo me dieron ganas de correr. Me dirigí a la puerta de salida, la abrí y la vi, con su vestido blanco, hermosa como siempre y a ese insensible chofer apuntándole con un arma. No lo podía creer, no…. No entendía qué era lo que pasaba, no podía ser. Por qué ese hombre querría matarla en ese día tan especial, en nuestra boda. Comencé a gritar, ese tipo también gritaba, ella sólo lloraba pidiendo perdón.
El empezó a decir que ella no se podía casar porque la amaba, iban a tener un hijo, porque sería de él o de nadie.
No, no, como a mí me podía estar pasando eso.
Pero a pesar de eso seguía pensando que la amaba y quizás fue la fuerza del amor la que hizo me enfrentar a él.
Cuando empecé a acercarme al amante de mi mujer empezó a gritar diciendo que no me acercara, se puso como loco, decía que iba a matar que me frenara y por no hacer caso sufrí las consecuencias, él disparó.
Ahora yo aquí, en este cajón de madera dónde sólo escucho el sonido del silencio y ella llorando junto a todas las personas que me quieren.
En este momento mi alma se pierde en las lágrimas de todos mis seres queridos.

 MICAELA SALVÁTICO