domingo, 28 de noviembre de 2010

Niño jefe - Mención de Honor











Confirmado, hoy voy en camino, cambio y fuera.
Esas fueron las palabras del policía que estaba vigilando las zonas residenciales más caras de la ciudad, zona en la que un terrible malhechor, alteraba el orden varios días a la semana.
El móvil CAP estaba a pocas cuadras del hecho cuando de repente, vieron pasar a un encapuchado en bici a toda velocidad. El policía no dudó en perseguirlo, llegaron hasta la villa, en donde sólo pudo cruzar el ladrón, que jugaba de local, el móvil fue duramente apedreado por los lugareños.
El joven era Ricardo, una persona que no era igual al resto, y digo esto porque había un océano de desgracia y tormentas, más que cualquier hombre normal.
Temprano ya, y sin achiques, el pibe se levantó a comprar el diario pero, para su grata sorpresa, la principal noticia era “El loco de la metralla atacó de nuevo”. Tal fue la rabia y tristeza que se adueñó de su ser, al ver que se había hecho la fama de un malhechor peligroso, y sentir cómo el mundo hablaba de él sin saber el porqué de su delincuencia que decidió robar esa misma noche.
Ya había llegado la oscuridad de la noche a la villa “Las Raness”, y Ricardito, salió de nuevo a hacer de los suyos. Llegó hasta la zona residencial, subió el tejado de la casa de la esquina. Pero esa noche, algo raro ocurría, no sentía el perro, que vigilaba la manzana, sino un ruido algo extraño. Cuando llegó al punto de su comienzo, varios policías lo rodeaban. Quiso darse a la fuga, pero fue en vano, ya no había escapatoria.
La CAP frenó en la comisaría, rodeado por las cámaras periodísticas y canales zonales, el malhechor de la villa había sido capturado y era la noticia del día.
Llevaba cinco días sin cenar ni hablar, los canas se burlaban de su estado, y entre risa y risa, llamaron a una enfermera. El pibe vio la oportunidad para escapar, la agarró, la desnudó y se vistió como la misma.
Escapó vestido de mujer, y niños y abuelas sonrieron; la yuta provincial, en cambio se unió para detenerlo. En un gran operativo, comenzó el tiroteo entre el pibe y los canas en el barrio de las narices paradas, de la alta sociedad. Era tanta la diferencia de números, que la guerra no duro mucho, Ricardo, conocía su destino, ya que no sentía más su cuerpo, hecho un colador por culpa de las balas de la federal.
Había pasado un día del hecho, y una multitud oriunda de la villa marchó en reclamo del cuerpo de este pibe que los mantuvo en tiempos artificiales gracias a sus robos, muerto por las balas pagadas de lo ganado en impuestos.
Toda la alta sociedad conoció en ese momento, el peor de los secretos, la historia de este pibe, que había nacido hace 13 años, y no llegó a su adultez  por los golpes de la vida,
Honrado por todos, que robaba para pocos de los muchos, será símbolo mi hermano Ricardo, el “NIÑO JEFE”.

MATÍAS CRISTÓFOLI