domingo, 28 de noviembre de 2010

A pruebas, fuerzas extrañas










Trabajábamos juntos desde hacía años. Éramos historiadores y antropólogos. Investigábamos lugares exóticos, peligrosos, oscuros pero muy interesantes. Nos encantaba viajar por todo el mundo, conocer lugares. Observábamos y analizábamos tumbas, huesos que encontrábamos enterrados a kilómetros de profundidad. Era nuestro trabajo. Nos llevábamos muy bien.
Un buen día, mientras viajábamos hacia Egipto, Miguel me declaró su amor.
Yo respondí. Hacía bastante que me gustaba, pero no me animaba a dar el primer paso.
Ese mismo día, entramos en más pirámides egipcias. Eran asombrosas. Nos sentíamos muy imponentes frente a ellas. Por supuesto, no estábamos solos allí. Todo el equipo tratando de encontrar una respuesta a algo que nunca nos había cerrado. ¿Realmente existían fuerzas extrañas en ese Egipto tan misterioso?
No le temíamos a nada. Y más en ese momento. Parecíamos dos adolescentes enamorados, jugando a encontrar el tesoro. Nada nos interesaba más que estar juntos.
Mientras recorríamos el lugar, sentimos la presencia de alguien. Algo nos seguía todo el tiempo.
No le dimos demasiada importancia. Nos habíamos olvidado de todo.
En esos lugares, debíamos ser muy cuidadosos y silenciosos. Hicimos todo lo contrario.
Una voz se estaba adueñando de nuestros oídos. De un momento a otro, Miguel desapareció.
Nunca más lo vi. Lloré durante años. Era el amor de mi vida y se había ido así como nada, como una sombra que desaparece cuando el sol se va.
Hubo muchas investigaciones, su cuerpo nunca fue encontrado. Mi corazón y mi alma me dolían. Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta.
Desde ese día odie mi trabajo. Maldije mi vocación y dije cosas horribles sobre ese lugar tan misterioso donde había desaparecido Miguel.
Pasaron varios años. Ya era una anciana, esa enfermedad tan malvada se había apoderado de mí. Sentí una sensación de cansancio y caí en un sueño profundo.
Aparecí dentro de la pirámide egipcia.
¡La hora del encuentro había llegado! Pero ¿realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? ¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto! No, los pasadizos seguían paralelos como antes. Y yo junto con Miguel en uno de ellos, con la respuesta en nuestras manos.
Existían fuerzas extrañas, que ponían a prueba nuestros sentimientos, el poder de no poder olvidar al ser que amamos, la capacidad de seguir adelante a pesar de todo.
Nunca creímos en esas fuerzas sobrenaturales, pero llegué a la conclusión que dominan al mundo.
En la vida debemos pasar por diferentes situaciones y hay algo que no se ve, pero que se siente, que nos ayuda a seguir viviendo, con valentía, con objetivos y sueños.
En esta ocasión, por suerte, a través de este lugar, un ser todopoderoso, nos investigó. Se invirtieron los roles. Todo fue una utopía.
Agradezco que así haya sido, pero fue todo tan real.
Parecía que mi corazón y mi alma me seguían doliendo.

PAULA RAMAZZOTTI