domingo, 28 de noviembre de 2010

El destino singular de la violinista - Mención de Honor










Había prometido no volver, no aparecer más. Cumplió sólo por un tiempo, porque como todo, regresó. Y no hizo más que destrozar el pequeño intento de querer olvidarlo. Sí, fue en vano…. No sirvió de nada que desapareciera, se borrara, que ya ni figurara en mi agenda telefónica.  Me seguía enamorando cada vez un poco más, como la primera vez que lo había visto en la secundaria. Nos pusimos de novios y después de nueve años, de tantos momentos compartidos, se fue. Sin ninguna explicación, ni siquiera una excusa que me diera esperanzas. Desde ese momento, no volví a enamorarme, quizás porque no encontré en ningún hombre lo que tenía él. Decidí dedicarme a mi carrera y a mi futuro.
Ese día de septiembre lo vi. Lo reconocí enseguida, era  él, con su esencia de siempre. Se acercó, con las manos en los bolsillos caminó hasta donde me encontraba.
La hora del encuentro había llegado, pero…. ¿realmente los pasadizos se iban a unir y nuestras almas se iban  a comunicar nuevamente? ¡Qué estúpida ilusión la mía había sido su acercamiento!, no faltaron ni las explicaciones, ni las disculpas, que me tendría que haber dado el día que renunció a mi amor. Me invitó a un café, charlamos.
¡Cómo pude haber sido tan ingenua, tan inocente!
Su amor me podía. Terminamos comprometidos, a través de sólo una alianza, porque el amor no existía. Él no me amaba. Y acá estoy, sobre una camilla, encerrada entre cuatro paredes blancas; conectada a una serie de cables que me ayudan a sobrevivir.
El fracaso volvía a caer sobre mi vida. Cuando la mañana que salí de viaje el auto sufrió varias fallas.
Mi cabeza fue la que se equivocó en todo esto, en creerle, en amarlo tanto, en hacerlo parte de mi vida, en no darme cuenta de que sólo le interesaba mi fortuna, mi dinero y que iba a terminar matándome.
Mirando mi cardiógrafo, maldigo el día en el que te conocí. Intento vivir, pero no puedo.

AGUSTINA FORNERO