domingo, 28 de noviembre de 2010

Un extraño que cambió mi vida










Recuerdo que esa tarde llegué a casa destruida. Estaba levantada desde un poco más de las 6 a.m. y lo único que deseaba era dormir; pero fue un cenicero el indicio de que algo o alguien había ingresado durante mi ausencia.
Un indescriptible susto, qué digo, ¡el susto de mi vida!, fue lo que me llevé al encontrarme con aquel vagabundo de pelo canoso y largo, de abundante barba que lo único que dejaba distinguir en su rostro eran sus ojos y con ellos una mirada profunda y transparente que me desnudó e intimidó ni bien atinó a observarme.
Juan estaba borracho, quizá quería robar pero su estado lo imposibilitó y él no recordaba lo que buscaba ni mucho menos cómo había ingresado en mi casa. Sólo me rogaba que no lo denunciara, que nada iba a sucederme y que pronto desaparecería. Luego de verlo y pensarlo bien, accedí a que pasase la noche aquí, algo me hacía sentir muy cerca de él y después de todo un hombre durmiendo en mi departamento no era perturbador en mi vida.
Con todos los seres de ese sexo que pasaron por mi cama sólo como simples objetos de distracción, Juan iba a ser uno más en mi lista de “amores frustrados”
Pero mi imaginación se equivocó, aunque la primera impresión sobre él no.
Su presencia me remontaba al pasado y también, ¿por qué no?, a soñar un futuro, algo que antes de conocerlo no tenía.
Admito que me sentí muy rara cuando al pasar las semanas él no esperaba nada de mi cuerpo, pero justamente, esa fue la piedra que cambió el rumbo de mi camino.
Definitivamente Juan se instaló en mi departamento y sin buscarlo, en mi corazón y para siempre.
El trabajo no era muy conocido en su vida, por lo tanto yo lo hacía a cambio de que él se encargase de las compras, de la limpieza, del orden.
Poco a poco acomodó todas las fichas sueltas que estaban en mi cabeza y hoy ya no puedo vivir sin su contención, sin su ayuda, sin mi “segundo hermano” como suelo llamarlo, porque cada vez me convenzo más de que dentro de Juan se esconde el alma de Ramiro, mi hermano menor, que en una noche de descontrol murió al estamparse en un árbol, simplemente en estado de ebriedad.

NOELI CASTRILLO