Un día cuando ella estaba en el jardín cortando flores, vio una luz brillante.
Cuando ella quiso acercarse para ver qué era, su madre la llamó y le dijo: _Ven, vamos a almorzar. Jeimy, sin prestar atención dio la vuelta y se fue.
Al día siguiente, la niña fue de vuelta al jardín a ver qué era esa luz, cuando se asomó entre los arbustos vio un árbol mágico. Se acercó y se sorprendió con lo que vio dentro de él, salió corriendo para contarle a su mamá pero cuando quiso irse se le acercaron y les dijeron:
_No digas nada de lo que has visto y nosotras seremos tus amigas por siempre. Jeimy les respondió:
_Bueno no diré nada pero ustedes dejarán que las venga a visitar todos los días.
_ Y las hadas le dijeron:
_Sí, claro pero ven sin que nadie te descubra.
Una semana más tarde Jeimy iba al árbol a visitar a las hadas, su nana la persiguió para ver a dónde se dirigía: subió al árbol y la vio junto a las hadas.
La niña vio a su nana que la había descubierto y quiso alcanzarla pero no pudo. La nana llamó a los padres y les dijo lo ocurrido, ellos fueron a ver si era verdad o no, y sí, era verdad.
Al día siguiente Jeimy quiso ir de vuelta para explicarles a las hadas lo que había pasado pero ellas ya no estaban, se habían desvanecido poco a poco.
A la mañana siguiente la nena despertó, ya era una señorita de 26 años que había vivido en un mundo desconocido y mágico de lo normal.
Y aunque nunca más desde ese mañana las volvió a ver, toda su vida las llevó en su corazón.
ROCÍO GUARINO